A veces pienso en la magia que hay detrás de muchas de las cosas que suceden en cualquier día normal de la tierra.
Y un día sucede algo. Algo diferente. Porqué pasó como pasan las cosas realmente inesperadas. Sin apenas darnos cuenta. Sin avisar. Sin saber muy bien cómo ni por qué.
Entre un montón de gente, con música no muy apetecible y con una copa en la mano capaz de alterar cualquier situación que parecía no tener que escaparse de lo normal. Nos atrevimos a mirarnos fijamente a los ojos pero sin apenas ser capaces de sostener la mirada. Con miedo y con deseo. Con ganas de volvernos a encontrar pero con un poco mas de intimidad. Y desde entonces, las prisas y las ganas de volvernos a ver, hicieron el resto.
Horas pensando el uno en el otro, biblias en whatsapp y teclas de teléfono desgastadas de tantas veces marcar tu número. Risas infinitas y abrazos de esos en los que si sobra algo es el tiempo.